Por eso en el centro involucramos desde su llegada a los familiares. Respiro familiar, acompañamiento, asesoramiento... porque su opinión y ayuda también cuenta... y mucho. En nuestros programas de rehabilitación no sólo cuidamos a los pacientes sino que también nos encargamos de sus familias. El por qué es bien sencillo. Estas personas se topan muchas veces con la barrera de no tener la formación suficiente ni están preparados psicológicamente. Las técnicas pueden aprenderse rápido y nuestra experiencia nos ha enseñado cómo estas grandes personas trasladan lo aprendido al salón de casa.
Pero no así sucede igual con las secuelas psicológicas que pueden aparecer en el cuidador: desánimo, angustia, desconfianza, falsas expectativas, aislamiento... Aunque cambien las relaciones familiares, creemos que hay que ser positivos porque la energía es fundamental en la recuperación. A veces se invierten los papeles, sí, pero los cuidadores no deben olvidarse de sí mismos. La obligación moral que ellos creen que tienen a partir del momento en el que desarrollan el rol de enfermeros les impide pedir ayuda. Y hay que pedirla, no olvidar a la pareja, amistades, hijos y ocio. Compartir es ganar y entre todos evitaremos esa sensación de sobrecarga.
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